sábado, 22 de noviembre de 2014

ALCATRAZ

Desde el muelle 33, cerca de Fisherman´s Wharf, siento tu presencia intacta pero ausente. Presente cuando puedes asomarte y las aves te anuncian alrededor de tu celda. Hermética, sombría, a veces con tan poca luz. Ausente cuando te encierras, y no me dejas atravesar la Bahía… 
Y afuera, afuera la vida regala colores, el aroma del agua salada tal vez revolviendo lo dulce. Afuera las gaviotas occidentales y las garzas desfilan y bailan, el sol abrillanta los verdes, y la distancia que separa la ciudad alivia el murmullo del ajetreo constante.
Me doy por vencida, pero al tiempo las aves te anuncian. Estás ahí, mirando hacia afuera con miedo a escapar. Y me rindo. Y vuelvo al muelle. Una y otra vez, pensando en cruzar y abrazarte, en trepar por La Roca sin armaduras, en que tendré la fuerza suficiente para romper los barrotes sombríos, para gritar a viva voz que eres inocente, y que solo estás preso en tu propia prisión. Sabiendo yo que en vez de gritarle al viento tu ingenua inocencia, tu elección fue cruzar a ver el mundo desde una isla por fuera bella, por dentro dura y siniestra. Tus miedos han sido más fuertes que tu derecho de justicia y salvación. 

Y yo sigo en el muelle, mirando de lejos, siempre de lejos, intentando llegar a la otra orilla, cargada de egoísmo por querer salvarme yo primero con un abrazo, para recobrar la fuerza e intentar salvarte a ti de tu certeza inconstante y reprimida. 
Con mucho frío y una seguridad empapada de amor salto del muelle y llego a tu orilla. Cruzo mis manos por las barras de tu celda, te abrazo aunque nos separen los hierros y vuelvo a sentirme viva. Tus ojos me repiten como siempre que no quieres salir de allí… Vuelvo a la otra orilla repleta de todo y de nada, esperando minutos, días, y años para poder volver a cruzar y salvarme otra vez. 
Y tú en tu celda estás tranquilo, seguro de la inseguridad y sabiendo que al salir de allí podrías reconocerte, y sorprenderte ante la inocencia de tu corazón auténtico, que en vez de maldad solo conoce dolor. 
Así es como Alcatraz te separa de mí, de mi súplica de abrazos y de presencia. Y espero… Espero en el muelle que las aves te anuncien. Me lleno de valentía y de amor. Y cruzo. Me vuelvo a sentir lista y feliz cuando puedo ver tus ojos en la sombra de la celda, para luego darme cuenta que en tus venas corre el miedo y que yo no puedo quedarme allí. Afuera me llama el sol, me llama el agua, los sonidos de la gran ciudad, los colores del arco iris, los niños que cantan y enseñan, los amigos que me llevan hasta el muelle cada tanto, años… 
Alcatraz duele.
"... Cerró el ventanal, dejó a Cerati fluir y bajó un rato a caminar. La luna reflejaba su luz entera en el mar calmo y silencioso junto al casco antiguo. Y las estrellas se mezclaban con las luces en lo alto del pueblo. La imagen extasiaba las miradas de los primeros turistas que llegaban al pueblo en esa época del año. Se detenían en el paseo solo a mirar la postal, haciendo malabares con sus cámaras fotográficas para captar la línea del horizonte donde el cielo se junta con el mar, tantas veces sin definición, que la luna esa noche les mostraba como un espectáculo callejero. Ella los observaba de lejos... El agua cálida del mar le permitía mojar sus pies en la penumbra, caminar descalza y respirar la noche, momentos donde la nada se convertía en todo. La luna, el agua, las estrellas, la arena fresca y las formas de los peces saltando como sombras chinescas por delante de la pantalla redonda en el cielo. Y el silencio… el silencio penetrante de la naturaleza que adormecía al diablo, a la mente cansina, al televisor personal, al torbellino inquieto de dudas y preguntas sin respuestas, a las voces ajenas, al debe y el haber, a los reclamos e injusticias, a la tristeza que invade sin permiso y sin querer..."