sábado, 22 de noviembre de 2014

"... Cerró el ventanal, dejó a Cerati fluir y bajó un rato a caminar. La luna reflejaba su luz entera en el mar calmo y silencioso junto al casco antiguo. Y las estrellas se mezclaban con las luces en lo alto del pueblo. La imagen extasiaba las miradas de los primeros turistas que llegaban al pueblo en esa época del año. Se detenían en el paseo solo a mirar la postal, haciendo malabares con sus cámaras fotográficas para captar la línea del horizonte donde el cielo se junta con el mar, tantas veces sin definición, que la luna esa noche les mostraba como un espectáculo callejero. Ella los observaba de lejos... El agua cálida del mar le permitía mojar sus pies en la penumbra, caminar descalza y respirar la noche, momentos donde la nada se convertía en todo. La luna, el agua, las estrellas, la arena fresca y las formas de los peces saltando como sombras chinescas por delante de la pantalla redonda en el cielo. Y el silencio… el silencio penetrante de la naturaleza que adormecía al diablo, a la mente cansina, al televisor personal, al torbellino inquieto de dudas y preguntas sin respuestas, a las voces ajenas, al debe y el haber, a los reclamos e injusticias, a la tristeza que invade sin permiso y sin querer..."

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