lunes, 11 de mayo de 2015

La experiencia de viajar

La semana pasada, un gran amigo me recordaba en uno de sus emails:
“Si viajando se fortalece el corazón, a Litto Nebbia (renombrado cantante y compositor de rock argentino) le pediría permiso para agregar… Se ensancha, apretuja, desahucia, llena, enriquece, comprime, hincha, fortalece, vibra, se estremece, aprende a “palpitar” en/con/por y para otros, aprende a escuchar con fidelidad sus propios latidos, rítmicos, serenos, pasibles y alocados, y a escuchar los latidos de los demás, compasivamente, con una nueva comprensión. Y si el corazón vive todo eso no es sólo por viajar, sino por el “modo” en que se viaja (la “actitud”, que le dicen)”.
Las palabras de mi amigo llegaron justo cuando estaba escribiendo mi sensaciones y preferencias en la experiencia de los viajes, pero creo las suyas describen en su totalidad, con verbos de riqueza extrema, todo lo que se siente y se vive mientras se viaja.  Igual, porque ambos sabemos de esto, me sumo a sus palabras con las mías…
Viajar es una experiencia extremadamente enriquecedora y única. Te zambulles constantemente a situaciones nuevas, inusuales, diferentes a lo conocido y simplemente inspiradoras.  Llegas a probar comidas extrañas, experimentas diferentes culturas, entiendes idiomas antes incomprensibles, e intentas con nuevas actividades. Pero creo que lo mejor de todas las cosas maravillosas que ofrecen los viajes es la gente con quien te encuentras en el camino.  Sea otro mochilero solitario, un grupo que viaja con los mismo objetivos, aquellos que se aventuran a un experiencia nueva por trabajo o por motivos de estudio, o los forasteros de cada pueblo, “dueños” de las ciudades que visitas, la gente que encuentras en cada rincón de tu viaje – desde que comienzas en un avión, tren, barco o caminando– es la mejor parte de cada aventura.
Hay algo oculto y misterioso en los viajes, que te inspira a dar los pasos necesarios para construir relaciones con otras personas. Ya sea por el hecho de vivir situaciones en común que generalmente están fuera de tu zona de confort o por tener intereses similares, las relaciones que surgen en los viajes pueden ser muy intensas, pero increíblemente inolvidables.  Y eso es lo mejor del camino: cuán velozmente se construyen.
Estos lazos que puedes formar con otra persona en tan corto tiempo son poderosos y humildes.  Hasta ayer eran desconocidos de diferentes países y culturas, y hoy comparten pequeños pedacitos de sus vidas íntimas. Y todo comenzó tal vez, simplemente, con un tímido “Hola, ¿hacia dónde vas?”, una sonrisa, un simple consejo o una invitación.
Compartir una experiencia con otro ser humano en un país diferente es enriquecedor y gratificante; y no siempre es por lo que ves o haces, sino por la gente con quien ves todo esto, lo que hace la aventura aún más intensa e interesante.
A mí, particularmente, me encanta explorar y descubrir nuevas ciudades, países y culturas, pero sin dudas lo mejor de cada viaje es el encuentro con toda esta gente extraordinaria que aparece en el mismo lugar que uno, y en el momento exacto.  Sus historias y experiencias son tan fascinantes como únicas, y ofrecen una perspectiva más amplia de todo lo que existe en el mundo, que muchos desconocen, o conocen sólo por alguna noticia en un canal de TV, un libro o porque alguien más les contó su experiencia.
Puedes tener todo calculado, planeado e imaginado en tu cerebro. Pero aún con estructuras y planes, en los viajes suceden variables inesperadas, y nunca resultará ser lo que habías planeado cómodamente antes de partir. Al encontrarte con lo desconocido, tu mente y corazón se ponen en alerta constante, abriéndose a la posibilidad de peligros, al hambre, a los extremos, a diferentes climas, a los posibles inconvenientes y también a todo lo sorprendente que te ofrece cada lugar por explorar.  Los cinco sentidos están en alerta constante, y te puedes fusionar con el presente de una forma única y con una sensibilidad extrema, seas como seas en tu mundo diario y habitual.  En ese presente es que te encuentras con esta gente transformadora, viviendo sus propios presentes, con la misma magia que tú, sorteando las mismas variables y compartiendo sus vivencias, ofreciendo, dando y recibiendo de igual forma en que tú te ofreces, das y recibes.
Si puedes, si la vida te da la oportunidad y te lo permites, mientras tengas salud y medios, sal a viajar y explora.  Y mientras lo haces, asegúrate de encontrarte con tanta gente como te sea posible.  Libera tus prejuicios. Despójate por un largo rato de tus creencias arraigadas en casa para abrirte al mundo con lentes nuevos, a través de gente variada y flexible a mostrarte sus propios mundos.  Asegúrate de regalarles tu parte, tu pedacito de ciudad, de país, de cultura y de tu alma.  Te aseguro que habrás dado más de lo que imaginas, y que tu collage de experiencias en esas vidas habrán dejado su huella.
Te cambiará – cada vez que viajes, por cualquier motivo –  la visión de tu existencia y del mundo en el que habitas. No volverás a ser el mismo, si te has podido conectar con cada amanecer, atardecer, con cada peligro, cada solución y sobre todo, con cada persona que vive las mismas experiencias que tú. Viajando, explorando, encontrándose, y perdiéndose para volverse a encontrar.
Cualquier viaje te cambiará.  Y ya habrá valido la pena.
– Poli Impelli –

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