viernes, 24 de marzo de 2017

Mi ojo en tu mano

Te dibujo en mi mente… porque sueño que alguna vez te he conocido.
Lugares, tiempos, instantes en que soñé verte, porque esos sueños son los que me empujan y me llevan adonde imagino que puedo tocarte.  ¿Tocarte? Si formateo esas curvas de tu cara porque escribes… escribes y me empapas de la sabia que se esconde entre la sombra que desnudas con tu cuerpo y con palabras.
Releo espacios en blanco donde ubicas una coma, queriendo tomar aire en un descanso y no te dejo. No quiero que te frenes cuando gimes. Interrogo porque envidio; no tengo maldad oculta, la muestro entera y te persigo. No quiero tu alma callada ni vestida: la quiero desnuda, entera en blanco y negro y en colores, con cursivas, en A4 o en papeles que en algún lugar de Madrid aún me extrañan.
Te tengo agarrada porque tu mano me coge; eres tú quien me desvela en las noches y quien revienta mis entrañas. No me culpes de sentir tus bragas empapadas, porque eres tú quien me revela sus secretos y luego me dejas aquí, suspirando, pidiendo más a gritos cuando te marchas y me dejas sin calma. Sí. Tú cada vez más abierta, yo bebiendo tus anhelos. ¿Hasta cuándo harás que llegue hasta tu cuerpo para dejarme vacía y luego pedirme más en cada despedida? ¡Basta ya de dejarme aquí tan lejos, gimiendo entre jadeos y rogando que aparezcas para robarte comas, puntos suspensivos y otro verso!
Deja ya de adivinar antes de tiempo lo que leo, joder, que no puedo robarme un punto y coma porque tú mandas allí donde yo sólo miro y quiero y deseo y no puedo llegar a tiempo.  El océano es inmenso y tú tienes mi ojo en tu mano. Haces con él lo que deseas, y luego te marchas…
Tengo dos manos para tocarte, besarte y para escribir acariciando, pero tú tienes el néctar y las sábanas que desprenden mis ganas y mis ansias de ocupar tu cama, y de patearle el culo a esa maldita soledad que te abriga cuando te dejan a tientas, buscando amores que aman.
Mierda, deja tú de escribir lo que yo siento, porque no puedo esconderme en un teclado y mucho menos igualarte. No, no me culpes porque tu fortaleza se ensancha cuando el sexo nos acorrala y me acaricias la frente y yo tu ombligo. Deja tú de plasmar con palabras lo que yo quiero leer, lo que sangro y lo que el resto ni siquiera entiende.
Si me faltaba fuerza en el camino, me has dado alas para erguirme en un vuelo y soñar que también puedo encontrarte. No me mires a ese ojo que me queda sano ―pues el otro ya lo tienes en tu mano―, porque serás tan pesha de encontrar una lágrima detrás de mi sonrisa que te consuela en la distancia.  Ya lo sabes… antes de encontrarme tú ya sabes que yo lejos estoy pariendo; sangrando el dolor que suponen los reencuentros y los sitios que descubren quiénes somos y quiénes éramos. Pariendo. No es un niño, y bien sabes que prefiero un vestido suave de incógnita y mi feliz andar con celulitis antes que ser perfecta, delicada… muy Angelina aunque mal follada.  ¡No, que ni se diga! Tú ya sabes lo que siento antes que escriba, o antes que lea y te descubra entre las sábanas.
Qué putada, en cocteles de kilómetros prohibidos, que a las carcajadas te lea y me quede sin aire y sin aliento. Qué bendición este amor por las palabras que me permite sentirte y que me sientas, cuando las mareas son altas o bajas, cuando aquí es verano y tú te abrigas allá lejos… en invierno.
Quiero hostiarme unas mil veces para seguir aprendiendo; de tus versos que me empapan, de tus mayúsculas aprendo. Tus signos en gritos me estremecen y no hay espacios en blanco que me liberen de los orgasmos que en mi piel estallan. Me pillaste, me tienes… Volver al principio siempre, sí; esa es la clave.
En tu mano reposa mi ojo que todo lo observa y te lee entre líneas. En tu mano está mi debilidad, mi fortaleza, mi alegría y mi desdicha. ¿Cuántas veces es mejor ignorar y no entender lo que el otro tiembla, calla o agoniza? ¡Mierda! Estoy en un dilema. No sé si pedirte el ojo de vuelta o dejarme tocar… y que me quites el otro para el deleite que me provoca tenerte y que vuelvas a empezar, una vez más, hasta encontrarte y encontrarme.
No me dejes otra vez con esta ansiedad que me aplasta el pecho, no me pidas que no te bese en cada palabra que largas al viento. Que vuelvan todos al principio para entender con que te quedas y me quedo.  Que cada cual entienda que detrás de una oración, de un sujeto y un predicado se encuentra una vida, un alma y un cuerpo que abrazan, que follan, que huyen, que están sufriendo a gritos, que aman, que mueren de ira o que libran una batalla de amor con sus propias reglas, minúsculas y paréntesis, párrafos abiertos, orgasmos desmedidos, placer escondido, amor despiadado, ternura contenida y puntos finales sin principios.
-Poli Impelli-

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