PROMESAS DE UNA MARIPOSA
Su sonrisa intacta. Su voz tan firme y vivaz como en su
juventud. Su mirada brillante como su
vida… todavía. Sus manos ya necesitando
de sus hijos para seguir erguidas. La
cama era su mundo hacía tiempo, y la dependencia de otros parte de su ser...
Faltaban exactamente dos
meses… Casi dos meses. ¿55 días quizás?
Elisa no recuerda con exactitud el tiempo, pero sí la incertidumbre en su corazón,
junto con su inocencia de creer que la vería allí nuevamente, pronto y como
siempre...
Estaba de paso, y le pareció
que regalarse unos minutos más con Ella podría hacerles bien a las dos, porque
la soledad compartida en momentos de debilidad, dicen que aliviana el andar… Su
angustia interna consistía en sentir de cerca el aroma de la muerte, mientras que
la de Elisa sería tan opuesta como comenzar una nueva etapa en su vida, sin
estar aún tan consciente si esto mismo sería dejar morir parte de sí misma…
Inmovilizada, cargada de
amor infinito, tuvo la gran sensatez, de pedirle a Elisa que cumpliera dos promesas. Una tal vez era por Ella, porque en su
corazón sabía dónde estaría pronto y con quién, y le dolía dejar una parte de
su amor aquí en la Vida. La otra tal vez
era por Elisa, aunque hoy – recién hoy – se pregunta si también le pidió lo que
Ella no pudo lograr por su cuenta…
Deseándole absoluta
felicidad a Elisa, Ella le rogó que en esta nueva etapa, en su matrimonio,
fuera fiel a sí misma. Le hizo prometer
que si en algún momento, cualquiera fuera, sentía soledad o necesidad de tomar
otro rumbo y si lo que Elisa creía felicidad se tornaba tristeza permanente, no
dudara en tomar el timón de su vida, y seguir sola su rumbo. “Porque la Vida es sabia, pero más sabios
debemos ser nosotros con ella”. Nunca
imaginó Elisa en aquel momento, a dos meses de su casamiento, que esto podría
ser algún día realidad. Cuando llegó ese
día – aquel en que sintió soledad y más tristeza que felicidad – Elisa pudo ver
Sus ojos, sentir Su mano apretada con la suya, y Su voz firme y bien cerca de
su oído: “No lo dudes…”
Dos años y dos meses antes,
había sonreído respondiéndole: “Por supuesto, no te preocupes que todo estará
bien”, creyendo ingenuamente que estaba en buen camino, y que Ella no sabría
con certeza a quién le estaba hablando…
Le comentó a Elisa con
soltura y despojo que Ella sabía adónde iba, que no le quedaba mucho tiempo,
que había vivido lo suficiente para dar lo mejor, pero que ya necesitaba
descansar, de otra manera y junto a otros que partieron antes, porque sin
ninguna duda la estaban esperando. Esto
– como a todos los egoístas que no hemos estado nunca esperando a la parca en
una cama – enfurecía a Elisa doblemente, por ella misma y por Sus hijos. Sin embargo, Elisa escuchó intentando
comprender el sentido de lo que oía… ¿Por qué necesitaba decirle algo así, a
ella? ¿Tenía algún sentido? Quizás a sus hijos no podía hablarles con este
mismo ánimo, quizás intuía que Elisa caminaría siempre cerca, quizás Elisa aún
necesitaba aprender algo más. Intentó
sonreír, consciente y sabiendo que lo que menos sentía era ánimo de
sonreír. Elisa la vería nuevamente,
porque para ella no era una despedida. No
estaba allí porque para ella lo fuera, y estaba totalmente convencida de esto…
Con sus ojos enormes y sin
pestañar le pidió a Elisa otro gran favor, para el tiempo que a ella le quedara
de Vida. Le hizo prometer, otra vez, que
no se alejara de su hijo. Que los unía
una profunda Amistad, y que aunque Elisa estuviera lejos, Ella veía más allá
porque era Madre. A Ella, “esto la
dejaba tranquila”. Que por esa razón, Elisa podría estar siempre cerca, porque su
presencia Ella la sentiría y le haría bien a Su hijo. Riéndose mucho y para
alivianar su pedido y las cuasi lágrimas de Elisa, le comentó tiernamente: “A
él no le hagas mucho caso, sólo te pido que camines siempre cerca, por favor”.
Por alguna razón, estuvieron
en soledad. Por alguna razón le hizo
prometer a Elisa que virara el timón de su vida si no era feliz; por alguna otra razón, le pidió que estuviera
siempre cerca de su hijo.
Elisa se despidió como una
de las tantas veces que pasó por su ciudad, de paso… “Nos vemos la próxima”
Pero el tiempo no les regaló
próximas… ELLA partió 5 días antes del gran evento, donde más que llorar por la
emoción de su vivencia, las lágrimas de Elisa contenían la tristeza de su
partida, y la ausencia de su hijo en el que ella creyó el día más importante de
su vida.
Tiempo atrás, Elisa dejó
aquella casa andando por las calles con rumbo – en ese entonces lo tenían -,
segura de sí misma, decidida en su corazón a regalarse una promesa a sí misma:
cumpliría con las promesas a Ella…
Doce años después, Elisa ya
giró hace años el timón de su vida recordando Su voz.
Varios años después, Elisa
sigue caminando cerca de Su hijo, día a día pidiendo por su Vida e intentando
comprender juntos que para este tipo de despedidas, no estamos totalmente
preparados, y que la Vida a veces, no nos da segundas oportunidades para hacer
bien las cosas por primera vez…
Elisa sigue preguntándose cómo
hace Ella para viajar en tu tiempo infinito, pero como una mariposa, nos va siguiendo los pasos. Nos vas dando señales y alentándonos a respirar Vida para
poder acompañarnos. Elisa sabe con su Alma
que cumplir Sus dos promesas era parte de su destino, pero más le sorprende a su corazón, que Ella lo haya sabido antes de tiempo…
Diciembre 2010
Diciembre 2010