sábado, 29 de septiembre de 2012

LA NEVERA



Aunque mudarme fuera mi costumbre, esta vez sonaba especial... Fueron las cortinas quienes me dieron la señal, fue un gancho y el “plum” final que me hicieron despertar.  “Aquí no más…”
Podía percibir como cada cual se ocupaba en resolver su propio mundo, cómo las noches se me iban en soledad armando cajas y juntando lo que restaba de mi ciudad, pues en mi corazón sabía que no volvería a vivir allí nunca más…  Estas almas quisieron mates, explicaciones, mis lágrimas, respuestas y algo más…  Pero sólo una sola se animó a colaborar: la tarea no era fácil, pero en tres días llegó el final.  Había algo trascendente por cargar, y la pregunta no era fácil: “¿cómo la voy a llevar?”

Siempre existe un ser dispuesto a sentir, pensar y actuar con uno, quizás con la sabia intuición que su ayuda será inolvidable para quien recibe al momento de sanar.  Lo mío era un viaje sin retorno, y creo que lo supiste aún sin preguntar… Si hay algo de este cambio que guardo en mi memoria con risas y sentido, es cómo juntos embalamos “esa” nevera que para mí era especial… No puedo discernir si me reí más en aquel entonces u hoy que vuelvo a recordar.  Si pudiera volver el tiempo atrás, estaría exactamente en el mismo lugar, con vos y esa nevera, despidiéndonos aún sin hablar…                                  

A Roberto Sánchez 

Julio 2008

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