Aunque
mudarme fuera mi costumbre, esta vez sonaba especial... Fueron las cortinas
quienes me dieron la señal, fue un gancho y el “plum” final que me hicieron
despertar. “Aquí no más…”
Podía
percibir como cada cual se ocupaba en resolver su propio mundo, cómo las
noches se me iban en soledad armando cajas y juntando lo que restaba de mi
ciudad, pues en mi corazón sabía que no volvería a vivir allí nunca más… Estas almas quisieron mates, explicaciones,
mis lágrimas, respuestas y algo más… Pero
sólo una sola se animó a colaborar: la tarea no era fácil, pero en tres
días llegó el final. Había algo
trascendente por cargar, y la pregunta no era fácil: “¿cómo la voy a llevar?”
Siempre
existe un ser dispuesto a sentir, pensar y actuar con uno, quizás con la
sabia intuición que su ayuda será inolvidable para quien recibe al momento de
sanar. Lo mío era un viaje sin retorno,
y creo que lo supiste aún sin preguntar… Si hay algo de este cambio que guardo
en mi memoria con risas y sentido, es
cómo juntos embalamos “esa” nevera que para mí era especial… No puedo discernir
si me reí más en aquel entonces u hoy que vuelvo a recordar. Si pudiera volver el tiempo atrás, estaría
exactamente en el mismo lugar, con vos y esa nevera, despidiéndonos aún sin
hablar…
A
Roberto Sánchez
Julio 2008
Julio 2008
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