sábado, 29 de septiembre de 2012


         PROMESAS DE UNA MARIPOSA

Su sonrisa intacta.  Su voz tan firme y vivaz como en su juventud.  Su mirada brillante como su vida… todavía.  Sus manos ya necesitando de sus hijos para seguir erguidas.  La cama era su mundo hacía tiempo, y la dependencia de otros parte de su ser...
Faltaban exactamente dos meses… Casi dos meses.  ¿55 días quizás? Elisa no recuerda con exactitud el tiempo, pero sí la incertidumbre en su corazón, junto con su inocencia de creer que la vería allí nuevamente, pronto y como siempre...
Estaba de paso, y le pareció que regalarse unos minutos más con Ella podría hacerles bien a las dos, porque la soledad compartida en momentos de debilidad, dicen que aliviana el andar… Su angustia interna consistía en sentir de cerca el aroma de la muerte, mientras que la de Elisa sería tan opuesta como comenzar una nueva etapa en su vida, sin estar aún tan consciente si esto mismo sería dejar morir parte de sí misma…
Inmovilizada, cargada de amor infinito, tuvo la gran sensatez, de pedirle a Elisa que cumpliera dos promesas.  Una tal vez era por Ella, porque en su corazón sabía dónde estaría pronto y con quién, y le dolía dejar una parte de su amor aquí en la Vida.  La otra tal vez era por Elisa, aunque hoy – recién hoy – se pregunta si también le pidió lo que Ella no pudo lograr por su cuenta…
Deseándole absoluta felicidad a Elisa, Ella le rogó que en esta nueva etapa, en su matrimonio, fuera fiel a sí misma.  Le hizo prometer que si en algún momento, cualquiera fuera, sentía soledad o necesidad de tomar otro rumbo y si lo que Elisa creía felicidad se tornaba tristeza permanente, no dudara en tomar el timón de su vida, y seguir sola su rumbo.  “Porque la Vida es sabia, pero más sabios debemos ser nosotros con ella”.  Nunca imaginó Elisa en aquel momento, a dos meses de su casamiento, que esto podría ser algún día realidad.  Cuando llegó ese día – aquel en que sintió soledad y más tristeza que felicidad – Elisa pudo ver Sus ojos, sentir Su mano apretada con la suya, y Su voz firme y bien cerca de su oído: “No lo dudes…”
Dos años y dos meses antes, había sonreído respondiéndole: “Por supuesto, no te preocupes que todo estará bien”, creyendo ingenuamente que estaba en buen camino, y que Ella no sabría con certeza a quién le estaba hablando…
Le comentó a Elisa con soltura y despojo que Ella sabía adónde iba, que no le quedaba mucho tiempo, que había vivido lo suficiente para dar lo mejor, pero que ya necesitaba descansar, de otra manera y junto a otros que partieron antes, porque sin ninguna duda la estaban esperando.  Esto – como a todos los egoístas que no hemos estado nunca esperando a la parca en una cama – enfurecía a Elisa doblemente, por ella misma y por Sus hijos.  Sin embargo, Elisa escuchó intentando comprender el sentido de lo que oía… ¿Por qué necesitaba decirle algo así, a ella? ¿Tenía algún sentido? Quizás a sus hijos no podía hablarles con este mismo ánimo, quizás intuía que Elisa caminaría siempre cerca, quizás Elisa aún necesitaba aprender algo más.  Intentó sonreír, consciente y sabiendo que lo que menos sentía era ánimo de sonreír.  Elisa la vería nuevamente, porque para ella no era una despedida.  No estaba allí porque para ella lo fuera, y estaba totalmente convencida de esto…
Con sus ojos enormes y sin pestañar le pidió a Elisa otro gran favor, para el tiempo que a ella le quedara de Vida.  Le hizo prometer, otra vez, que no se alejara de su hijo.  Que los unía una profunda Amistad, y que aunque Elisa estuviera lejos, Ella veía más allá porque era Madre.  A Ella, “esto la dejaba tranquila”. Que por esa razón, Elisa podría estar siempre cerca, porque su presencia Ella la sentiría y le haría bien a Su hijo. Riéndose mucho y para alivianar su pedido y las cuasi lágrimas de Elisa, le comentó tiernamente: “A él no le hagas mucho caso, sólo te pido que camines siempre cerca, por favor”.
Por alguna razón, estuvieron en soledad.  Por alguna razón le hizo prometer a Elisa que virara el timón de su vida si no era feliz;  por alguna otra razón, le pidió que estuviera siempre cerca de su hijo.
Elisa se despidió como una de las tantas veces que pasó por su ciudad, de paso… “Nos vemos la próxima”
Pero el tiempo no les regaló próximas… ELLA partió 5 días antes del gran evento, donde más que llorar por la emoción de su vivencia, las lágrimas de Elisa contenían la tristeza de su partida, y la ausencia de su hijo en el que ella creyó el día más importante de su vida.
Tiempo atrás, Elisa dejó aquella casa andando por las calles con rumbo – en ese entonces lo tenían -, segura de sí misma, decidida en su corazón a regalarse una promesa a sí misma: cumpliría con las promesas a Ella…
Doce años después, Elisa ya giró hace años el timón de su vida recordando Su voz.
Varios años después, Elisa sigue caminando cerca de Su hijo, día a día pidiendo por su Vida e intentando comprender juntos que para este tipo de despedidas, no estamos totalmente preparados, y que la Vida a veces, no nos da segundas oportunidades para hacer bien las cosas por primera vez…
Elisa sigue preguntándose cómo hace Ella para viajar en tu tiempo infinito, pero como una mariposa, nos va siguiendo los pasos. Nos vas dando señales y alentándonos a respirar Vida para poder acompañarnos.  Elisa sabe con su Alma que cumplir Sus dos promesas era parte de su destino, pero más le sorprende a su corazón, que Ella lo haya sabido antes de tiempo…

Diciembre 2010

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